Las necesidades de monedas seguían insatisfechas y se llamó a presentar propuestas para su acuñación. Al haber cesado la actividad de todas las casas acuñadoras o de cecas nacionales, estas se realizaron en el extranjero y aparecieron, por primera vez en nuestro monetario, las señas o marcas que identificaban a las distintas casas acuñadoras. En el anverso, bajo las ramas de palma de estas primeras monedas, puede verse una pequeña “D” que identifica la ceca de Lyon, en el reverso, a ambos lados de la fecha, marcas de un ancla y un pequeño león.
Estas monedas fueron puestas en circulación en agosto de 1857 y lo hicieron hasta 1902. Comienza así un período de acuñaciones en distintas casas de moneda, cada una con su ceca distintiva, que se extiende hasta la actualidad.